En los últimos años y a raíz de los esfuerzos de Dave Meltzer, publicista y amanuense de AEW, ha crecido entre los advenedizos la perversa y maniquea idea de distinguir entre deporte y entretenimiento en tratándose del espectáculo conocido como “Lucha Libre Profesional”, distinción que es completamente absurda debido a que ninguna empresa dedicada a este negocio presenta genuinas competencias deportivas y en todos los casos hablamos de un espectáculo de resultado predeterminado. Hago esta aclaración para dar pie a una afirmación que es inapelable: La WWE es la empresa de lucha libre más grande e importante del mundo.
Dicho lo anterior es pertinente hacer una segunda aclaración que, dicho sea de paso, es el elemento de donde Meltzer se agarra para realizar su falaz propaganda y hacer sus absurdas distinciones, esto es que cada empresa de lucha libre profesional tiene su propia propuesta de lucha libre y, en su caso, sus propias métricas y criterios que se utilizan desde para la selección del talento hasta para evaluar el potencial mediático de los luchadores y medir su éxito como talento a cuadro.
Dicho lo anterior es pertinente recordar que en el presente siglo la WWE ha puesto sus ojos en el talento mexicano con miras a que tengan éxito dentro de dicha compañía, objetivo que siendo realistas no se ha cumplido en la inmensa mayoría de casos siendo Alberto del Río el único mexicano que puede afirmar que triunfó en la WWE del siglo XXI. La realidad es que la norma del talento mexicano en la WWE es el fracaso.
Al respecto y a efecto de exponer la razón de ms conclusiones quisiera dividir la aventura de los mexicanos en WWE en tres etapas: reclutamiento, posicionamiento y conclusión.