Políticas fallidas, politiquería, amarillismo, abandono, desinformación, ignorancia, como quieran llamarle al o los responsables de esta tragedia llamada Covid-19, lo cierto es que cuando surgieron las primeras noticias en Wuhan nadie imagino que, más de un año después, el mundo estaría paralizado y varias actividades económicas al punto del colapso o ya completamente devastadas.
La razón por la que la lucha libre sigue de pie es la misma por la que el coronavirus ha cobrado la vida de más de cien luchadores: El valemadrismo. Aclaro, no me refiero exclusivamente al conjunto de prácticas conocidas como "medidas sanitarias" sino a todos los usos y costumbres que tienen al luchador en un completo estado de abandono y precariedad.
- El luchador es un deportista que no lleva vida de deportista.
- El luchador es un profesionista que no tiene las prestaciones de los profesionistas.
- El luchador es una persona que continua laborando cuando sus contemporáneos en otros deportes ya tienen un cuarto de siglo retirados.
- El luchador es un sujeto que se rehúsa a operarse porque "pone en riesgo su carrera".
- El luchador es alguien que se acostumbra a trabajar en la miseria.
Funciones clandestinas, peor aún, autorizadas, repletas de ese tipo de sujetos que afirman idioteces tales como "Somos adultos, asumimos el riesgo", como si vivieran en una burbuja y en su día a día no interactuaran con otras personas con la misma negligencia con la que se comportan en una arena. Agendas de trabajo carentes de protocolos sanitarios, vestidores en donde los luchadores conviven hacinados, rutinas repletas de sangre y de interacción con un público que les grita -y escupe- en plena jeta. Cada función es una carta abierta para que el coronavirus entre ¿y acabe? con sus vidas. Les vale.
Convivencias con el público y canales de YouTube que terminan siendo punto de encuentro para que luchadores provenientes de distintas arenas se reúnan en un mismo lugar. No hay trabajo y menos cuando no se sabe hacer nada en la vida que no sea luchar. Es en este momento cuando las ganas de comer se vuelven más importantes que las de cuidarse. Les vale.
Llegará el día, mejor dicho la noche, en que aparezca la primera tos: "Solo es una gripa", dirán. En cuestión de días vendrán las dificultades para respirar pero, "son síntomas leves", así que elegirán quedarse en casa porque en la televisión dijeron que solo hay que ir al hospital "cuando uno este grave", a punto de muertos. Para cuando empiece la inflamación pulmonar se habrán perdido varios días valiosos.
A medio camino entre la ingenuidad y la resignación algunos elegirán morir en casa, con los suyos, ignorando que por dicho acto es muy posible que muy pronto se reúnan con ellos pero en la otra vida. Quienes busquen ayuda, a este punto posiblemente tardía, tendrán que lidiar con el tortuoso peregrinar en búsqueda de un hospital que cuente con personal capacitado y el equipo médico adecuado.
Quienes tengan la fortuna de encontrar atención médica tendrán que pagar las facturas a cuenta de las mal pasadas, los vicios, la dieta alta en vitamina T, los putazos mal atendidos y las cirugías postergadas. Llegará un punto en que el cuerpo, al más puro estilo de Roberto Durán dirá "no más" al tener más de un flanco flaco. Una valiosa vida perdida, hijos huérfanos, abuelos en el abandono, deudas por saldar. Una valiosa vida perdida y a lo puro pendejo.
Algunos tendrán la dicha de tener una segunda oportunidad solo para ser testigos de que ni la muerte de cien colegas es suficiente para cambiar ese chiquero en el que laboran. Vivirán solo para ser testigos de como, al grito de "la gente tiene que divertirse", un aficionado hasta el culo de pedo les va a gritar a 10 centímetros de la jeta...
Les vale.
IMG: Reuters
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