jueves, 16 de junio de 2022

No pasa nada.

Se cumplió un año de que el proyecto conocido públicamente como “Federación Wrestling” fue abortado no sin antes generar grandes pérdidas económicas a sus organizadores y un lastre que los persigue hasta el día de hoy. La familia Muñoz no ha dimensionado el impacto que tuvo en sus carreras su fallida incursión como promotores de lucha libre y estoy seguro de que ni siquiera tienen claro cuál fue el origen de su fracaso.
 
¿Cómo es posible que el tipo que, tras su despido en septiembre del 2019 recibió un apoyo multitudinario de parte de la comunidad de lucha libre en redes sociales, sea hoy día el luchador con la peor relación costo beneficio debido a sus altas garantías y pobres entradas que genera? Entenderlo es simple si no se idealiza ni demoniza a ninguna de las partes involucradas.
 
En primer lugar, se tiene que aceptar que el pulso de las redes sociales muy a menudo es un espejismo que no corresponde con la realidad. Ese mundo alterno en donde el CMLL está a punto de la bancarrota no guarda ninguna relación con la compañía que, al día de hoy, tiene el mejor promedio de asistencia para una compañía de lucha libre. Tal y como se ha visto en los últimos meses el número de “likes” no es directamente proporcional al número de boletos vendidos. Existen compañías que en sus redes sociales a veces no logran ni cinco interacciones por publicación pero que venden miles de boletos mientras que, por el contrario, hay luchadores que llegan hasta más de mil interacciones pero que los auditorios en donde se presentan están semi vacíos. Es muy probable que la reacción tras el despido de Rush se haya debido más a una virulenta reacción en contra del CMLL que a un parámetro para medir la popularidad del luchador.
 
Tras su despido, vinieron una serie de sucesos que han contribuido a su degradación como figura y que a continuación me permito enunciar: