martes, 11 de mayo de 2021

El Mofles y Canek en Máscara vs. Cabellera. Una fórmula que llegó tarde.

La romantización del cine de luchadores es un fenómeno relativamente reciente. Hasta antes de que un grupo de pseudo intelectuales vieran en él un forzado mérito artístico lo cierto es que la recepción a este tipo de cine, incluso durante la época de su mayor auge, fue negativa y a menudo fueron tildadas de estar dirigidas a una audiencia poco entendida en el séptimo arte.

El cine de luchadores no tenía mayor pretensión que el de entretener y en ese sentido cumplió cabalmente con su propósito a pesar del bajo presupuesto y malas actuaciones que lo caracterizaban. En lo personal, considero que su mayor valor y lo que las vuelve entrañables es el factor nostalgia, algunos diálogos que no tienen desperdicio y el haber documentado un estilo de lucha y una serie de personajes que de otra manera jamás hubiéramos podido conocer.

Para la década de los noventas el cine de luchadores ya prácticamente se encontraba extinto y a pesar de que durante estos años se estrenaron los últimos éxitos en taquilla que involucraron a luchadores, lo cierto es que la mayoría de estas cintas no envejecieron bien, sin embargo, hubo algunas excepciones tales como “La verdad de la lucha libre” -la visión de Mil Máscaras del célebre decálogo de Valente Pérez- y “La llave mortal” que a pesar de su mediano éxito taquillero, ofrecieron una visión muy diferente de la que se podía ver en los clásicos del género.
Entre las películas protagonizadas por Mil Máscaras y las estelarizadas por Octagón, Atlantis, Volador y Misterioso hubo una tercera propuesta que, al menos para mi, contenía la fórmula que no solo pudo haberle dado a la lucha libre de los ochentas un grado de popularidad superlativo sino que, probablemente, pudo haber llevado a la lucha libre a un rumbo diferente: “El Mofles y Canek en máscara contra máscara”. La razón por la que esto no sucedió fue porque la película irrumpió en la escena de forma tardía.

Rafael Inclan junto con Alfonso Zayas fueron las máximas figuras del llamado cine de ficheras, una “propuesta fílmica” consistente en películas cómicas repletas de albures, cuya premisa era la un gigolo de barrio, mujeres sensuales, ficheras, desnudos y sub-tramas policíacas generalmente ambientadas en colonias populares, pero que durante varios años encabezaron los más altos puestos en la taquilla nacional.

¿Había lugar en este cine para los luchadores? Por supuesto y no solo eso, hubiera sido un éxito tal y como se demostró con el suceso editorial que fue la publicación de “Sensacional de Luchas” durante la década de los noventas. En efecto, “Sensacional de Luchas” prácticamente era el cine de ficheras pero adaptado al formato de la historieta (Evidentemente se ponderaba a la acción sobre la comedia pero dándole idéntica relevancia a los exuberantes personajes femeninos).
 
Aunado a lo anterior hay que decir que el propio cine de ficheras demostró que la fórmula era exitosa tal y como sucedió en 1984 cuando se estrenó “Se sufre pero se goza (Mascara vs, Bikini)” protagonizada por el propio Rafael Inclán y la vedette Roselle. No obstante lo anterior, la ausencia de una secuela da de qué pensar sobre cuál fue la razón por la que no se insistió en la fórmula.Una de mis principales sospechas tiene que ver con el puritanismo de las autoridades al frente de la comisión de box y lucha de aquel entonces.
Ahora bien, encuentro fundamento en mis sospechas al recordar la censura de la cual fue objeto la película “El Vampiro y el Sexo” (1969), película protagonizada por El Santo en donde en nuestro país no se autorizó la proyección de la cinta con escenas de desnudos y en su lugar se estrenó la versión censurada, “Santo en el tesoro de Dracula”. En el mismo orden de ideas aumenta mi creencia del potencial éxito de la fusión entre el cine de ficheras y el de luchadores al dar cuenta de que el propio René Cardona, prolífico director del cine de luchadores, creyó que una fórmula similar podría tener éxito en los sesentas, por tanto, también aumenta mi creencia de que la censura venía del propio gremio de la lucha libre y no de los directores..
Otro punto a mi favor son las diversas fotonovelas de las cuales varios luchadores fueron parte siendo que varias de estas tenían un tono más picante que el visto en el cine. En últimas fechas la popularidad de las edecanes es otra señal de que esta formula es del gusto de un sector del público.

En el caso de El Santo, este eligió mantenerse dirigido a una audiencia familiar en vez de ir en búsqueda de un mercado más adulto. Esta no sería la primera ocasión en la que se tomó esta decisión porque, en el mismo orden de ideas, en la década de los ochentas cuando la lucha libre fue parte de un proyecto destinado a las masas siempre estuvo orientada hacia la audiencia infantil tal y como se puede ver con “El que no corre vuela” (1982), “Las Súper Lunes del Pavillón Azteca” (1984), “Poninas dijo Popochas, Mi Compadre Capulina” (1988) y “Las Aventuras de Capulina “(1989). La única excepción fue la referida “Máscara contra Bikini” (Un hecho curioso fue que en esta década la mayoría del talento luchístico a cuadro fue del sexo femenino).

En el año de 1989, El Fantasma protagonizó “Intrepidos Punk” y aunque la cinta se enfocó al mercado adulto la misma careció de acción en el ring y más bien fue del corte de “Siete en la mira” (1984).
No fue hasta 1990 que con las cintas de Mil Máscaras ya referidas anteriormente se intentó ir por el mercado adulto, sin embargo, ya para entonces las transmisiones de Televisa ya habían reafirmado el producto hacia el mercado infantil, por tanto, para cuando se dio el encuentro entre el cine de ficheras y los ídolos de los ochentas (1993), ambos ya no se encontraban en su mejor momento. Los ídolos de arenas habían sido sustituidos por la televisión y los del cine de ficheras sucumbían ante el llamado “Nuevo Cine Mexicano”.

Aunado a lo anterior, el encuentro fue decepcionante porque, a pesar de tener varios detalles anecdóticos para el gremio de la lucha libre, la cinta careció del corte pícaro que se esperaba de una película protagonizada por Rafel Inclán, aún así, el film sirvió para llevar al cine a las estrellas de la UWA y darles la publicidad tardía que merecieron tener varios años atrás.

Alfonso Zayas, Rafael Inclán, Luis de Alba, Tun Tún, Lina Santos, Angelica Chain, Olivia Collins, Jorge Reynoso, Chatanuga, Roberto Ballesteros y varios más perfectamente pudieron haber alternado en por lo menos una trilogía con el clan independiente, sin embargo, el cruce se dio muy tarde y ya con ambos de capa caída. Incluso pudo haber un cruce con los Almada, Valentín Trujillo, Vicente Fernandez y Hugo Stigliz pero esta será una de esas historias que desafortunadamente jamás se escribió. ¿Qué hubiera pasado si los independientes hubieran llegado al cine durante los ochentas y la lucha libre se hubiera orientado al público adulto? Desafortunadamente, nunca lo sabremos.



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