A finales del 2009 predije que la segunda
década del siglo XXI sería la primera de la historia en no tener un
“boom”. Afirmarlo no era difícil si se tenía en cuenta factores tales
como el impacto cultural que implicaba la irrupción de la WWE en nuestro
país, la falta de relevo generacional en el CMLL, las sucesiones en AAA
y el abandono de una generación de infantes que crecieron bajo un
entorno hostil hacia los productos dirigidos hacia ellos. A lo anterior
hubo que sumarle la constante interrupción del proyecto estelar del
CMLL, el inicio del amateurismo en el sector independiente y el tóxico liderazgo de
Konnan -Quien jamás ha logrado un boom debido a que su prioridad no es
buscar talento que sea popular en nuestro país-.
Si bien es cierto que lo anterior impidió tener un
“boom” durante este periodo de tiempo, no menos cierto es que redefinió
la forma en la que entendemos a la lucha libre. Bajo este contexto
¿Cuáles son las perspectivas para la actual década? A pesar de que el
contexto es similar al visto entre el 2008-2011, el diagnostico podría
ser muy diferente.
El amateurismo en el sector independiente ya
se consolidó y finalmente mutó en la informalidad -e incluso tiene vínculos con la delincuencia organizada-. En otro
contexto lo anterior podría considerarse nocivo pero no en el nuestro. Así es, en
México trabajar en la informalidad es una opción real para millones que
ven en ella la posibilidad de generar ingresos pero sin tener que lidiar
con impuestos y reglamentos. La pandemia prácticamente tiró a la basura dos años
pero volvió muy atractivo al mercado informal. En efecto,
mientras que los negocios legalmente establecidos -incluido la Arena
México- tienen severas restricciones para operar, los informales no han
tenido prácticamente ninguna y por lo mismo se han vuelto en una opción
real para generar ingresos. De tal forma, tal y como ya se empieza a
ver, varios organizadores de eventos se hacen llamar "empresarios" a
pesar de no haberse constituido como tales, ni de cumplir con sus
obligaciones laborales y fiscales. Sin duda, este será el “modelo de
negocios” que prevalezca en los próximos años. Menos profesionalismo y
peores condiciones laborales pero probablemente con una mayor oferta de
empleo. Hacía allá vamos.
Otro punto a tener en cuenta y que
tampoco es desconocido por la sociedad mexicana es el de la inmigración.
El mercado estadounidense llevó su fascinación por los voladores de
Papantla al ring y actualmente paga muy bien por ver a luchadores que saben muy poco
de lógica en un combate pero que saturan a sus rutinas de acrobacias de
circo, contorsionismo y pasos de baile vueltos en “técnicas de
combate”. Este estilo, sin duda, será el objetivo de jóvenes que
cambiarán la técnica de nuestra lucha por un estilo mediante el cual aspiran a ser mejor remunerados en el gabacho.
Hasta este punto
tenemos dos rubros que pese a tener connotaciones negativas forman parte
de nuestra realidad social desde hace décadas. Remesas y economía
informal, son dos pilares de nuestra economía y seguramente lo serán de nuestra
lucha libre en los próximos años.
El tercer y más importante de todos los elementos será el contexto
social. Vivimos tiempos en donde si no puedes resolver los problemas lo
mejor es cambiar la métrica para medirlos, o bien, magnificar asuntos
sin relevancia para centrar las políticas públicas en ellos y así
brindar una falsa sensación de eficacia. En efecto, así como la
exclusión de la letra “o” se volvió política de Estado tenemos muchos
otros ejemplos de cómo la redefinición de las prioridades y el cambio en
la métrica cambian nuestra manera de percibir las cosas.
Por ejemplo,
luego de que los avances tecnológicos provocaron un desplome de la venta
de música en formato físico, lo único que se hizo fue cambiar la forma
de medir cuales son las canciones más exitosas. Lo anterior sería algo
completamente lógico de no ser porque dicho cambio también se utiliza
para mentir y hablar de “la canción más reproducida de la historia” a
pesar de que existe una imposibilidad manifiesta para saber cuántas
veces fue reproducida una canción antes de la era digital. En el mismo
orden de ideas se habla de “la película más taquillera de la historia”
cuando, al momento de brindar dicho título, jamás se tiene en cuenta al
factor inflación porque, ¿A quién le importa la verdad y la precisión
cuando lo que se pretende es imponer una narrativa? No es un secreto que
para beneficiar a los llamados “blockbusters” se ha impuesto una
narrativa dirigida hacia los más jóvenes en donde se asocia al éxito de taquilla con la calidad de una película, o bien, si esta no
cuenta con la aprobación de la mayoría de usuarios de una página de
internet -Falacia Ad Populum-. Lo mismo sucede cuando se convence al público de que los
aspectos técnicos y artísticos son irrelevantes porque estos ya no son
suficientes para que una obra sea considerada como buena porque, de no
contar con un elenco étnicamente diverso, puede ser tildada de ser
“demasiado blanca” o de plano como propaganda facha. ¿Cuántas veces no
nos han repetido que el buen cine no es solo aquel "que solo entienden los intelectuales" sino que también lo es un éxito de verano que
“homenajea” a nuestra infancia con múltiples referencias a dicha etapa? En este factor está la clave para el boom de la actual década.
En el párrafo anterior di varios ejemplos de como solo cambiando la narrativa y
la métrica se puede vender una falsa sensación de éxito, o bien,
magnificar a los obtenidos de forma genuina.
¿Ya ocurrió algo así
en la lucha libre? ¡Por supuesto! Muy a pesar de sus detractores lo
cierto es que la WWE ya ganó la guerra cultural y logró que su visión
del negocio sea universalmente aceptada por los aficionados. Guiones,
personajes, uso del micrófono, formatos de lucha y periodicidad de sus
grandes eventos son conceptos que incluso sus supuestos detractores consideran
esenciales en la lucha libre. Cada vez es más común que cuando
se habla de un buen luchador, se le dé más importancia a estos aspectos y
prácticamente ninguno a su técnica en olímpica, grecorromana y catch.
Es más, en nuestro país existe un odio irracional hacia nuestro estilo
de lucha solo porque este no se ajusta al formato que les vendió la WWE.
Irónico, los gringos se apropiaron de nuestro estilo pero pugnan por
erradicarlo de tierras mexicanas.
El fenómeno anterior ya ha
permeado tanto que, por ejemplo, los revisionistas que no tienen la menor idea del
factor contexto suelen tildar de malos a luchadores del pasado solo
porque no se ajustan al estereotipo actual de luchador. "Canek es malo
porque no tenía buen mic". Vaya imbecilidad.
La narrativa ha cambiado
tanto que lo que hoy día determina a un buen luchador son sus
coreografías, sus pasos de baile vueltos inverosímiles técnicas de
combate, sus acrobacias circenses, sus actos de equilibrismo en las
cuerdas y su oportunismo para voltear a ver a la cámara correcta. Ya a
nadie le importa que en un negocio llamado “lucha libre” sus exponentes
no tengan ni puta idea de las técnicas de la misma.
Luego
entonces, ¿Tendremos un boom en la presente década? Es altamente
probable que sí. Ojo, si usted me ha puesto atención hasta este punto le
será fácil advertir que el mismo no sería como los que tuvimos desde
los años treinta y hasta el dos mil siete sino que sería uno acorde a
una nueva narrativa y, más importante, una nueva y manipulada métrica.
Si no existe, invéntalo.
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