jueves, 24 de marzo de 2022

Buitres.

La tarde del jueves 17 de marzo estremeció a la comunidad luchística tal y como desde hace tiempo no lo hacía. La aparición de la cruz de luto en la foto de perfil del WhatsApp de varios miembros de la comunidad indicaban que algo grave había ocurrido. Por los nombres de los involucrados y los antecedentes era lógico pensar en la identidad del fallecido pero el rigor periodístico y la decencia planteaban el dilema moral entre hacer llamadas para confirmar el nombre o dejar que fuera la propia familia y no un "investigador" inoportuno quienes, con todas las reservas que el caso requiere, dieran a conocer la noticia a sus seres queridos. 

La dinámica de las redes sociales no dio lugar a la prudencia y varios familiares se enteraron del suceso sin mediar palabras de consuelo y sin tener de cerca el necesario apoyo moral que la ocasión requiere. Se enteraron de la peor forma: Black Warrior Junior había fallecido. La noticia caló hondo pues no hay nada más doloroso que la muerte de un hijo que tiene toda la vida por delante y que además era un joven padre de familia. Además, al estar involucradas varias de las familias más queridas de la lucha libre era inevitable la sensación de un duelo generalizado. La moral cayó por los suelos y solo el aplomo de los patriarcas de las mismas permitieron salir adelante y mandar el mensaje de que la vida tiene que seguir. 

Paralelamente, al mismo tiempo que emergió lo mejor de la lucha libre, sus familias, también hizo su aparición lo peor de la misma; los seudo aficionados y esos intentos de reporteros que se hacen llamar administradores de páginas o YouTubers. Su sed de morbo y falsas condolencias serian irrelevantes de no ser porque, impulsados por el morbo y sin el menor rigor periodístico, dieron por buena la versión de una cuenta anónima de Twitter (mati945547701). Esta cuenta tajantemente afirmaba que Black Warrior Junior había fallecido por una sobredosis de drogas y que esta era la razón por la cual una avergonzada familia Casas se negaba a hacer públicas los motivos del deceso. Vaya infamia.


Para aquellos realmente inmersos en la industria era evidente que el autor de la cuenta escribió una sarta de estupideces inverosímiles y carentes de lógica alguna. No existía ni la mínima posibilidad que sus afirmaciones fueran ciertas, sin embargo, para los seudo aficionados y reporteros el morbo es más importante que la verdad. Desfilaron una serie de "Razonamientos" absurdos que solo prueban el daño que Paty Chapoy le hizo a miles de jóvenes que crecieron educándose con ella y que por eso sostienen cosas tales como; "Son figuras públicas y su vida es pública", "tenemos derecho a saber", "el que calla otorga", "de seguro fue algo malo y por eso no quieren decir". El tribunal de la inmundicia en todo su esplendor. 

Adicionalmente, quedaron desnudados "los influencers", esos que dicen conocer la intimidad de la lucha libre pero que no tenían ni la menor idea de lo que había sucedido y que con falsas condolencias por delante lucraron con la muerte de una persona y se prestaron a difundir la infamia solo porque "se comenta en redes". La verdad es que el morbo vende y que solo querían ganar dinero fácil monetizando sus videos basura. Ni tienen nexos con la lucha libre ni buenos contactos y tampoco tienen escrúpulos. Nadie los conoce pero aún así insisten en mantener la farsa de que son periodistas de la fuente y de que están muy bien informados. 

La realidad en este punto ya es irrelevante porque las personas ya decidieron que creer y no van aceptar ninguna otra versión -así se trate de una mucho más morbosa-. Valdría la pena preguntarse si de verdad vale la pena darle explicaciones a esta bola de desconocidos sedientos de morbo. Los luchadores no son servidores públicos. Realizan una actividad "pública" pero tienen derecho a la intimidad. No le deben cuentas a nadie respecto a lo que hacen en su vida privada. Hasta que punto hemos llegado como para que una mujer en estado de gravidez tenga que salir a defender la honra de su pariente de una sarta de inverosímiles calumnias.

La realidad es que a raíz de una lesión en un entrenamiento Black Warrior Junior atravesó por una larga convalecencia que terminó por arrebatarle la vida derivado de una serie de complicaciones propias de su delicado estado de salud y del tratamiento al que era sometido. Existen testimonios gráficos que acreditan dicha convalecencia e incluso sobran compañeros que estuvieron al tanto de su salud durante la misma. ¿Cómo se atrevieron a difundir la tesis de la sobredosis cuando entre los miembros del gremio, ese que dicen conocer hasta la intimidad, habían evidencias de sobra que acreditaban que la realidad fue otra? Lo hicieron porque en realidad estos "creadores de contenido" reportean desde sus recamaras y no tienen ningún contacto con la lucha libre.

La verdad de los hechos es, de hecho, mucho más desgarradora y dramática que la versión de la sobredosis porque expone la fragilidad de la vida y prueba como un solo movimiento puede cambiar el mundo de un luchador -Vaya, incluso es potencialmente más morbosa-.

Esposa, padres, abuelos y suegros, un grupo de personas con la autoridad para realizar todo tipo de exigencias incluso de índole legal -si fuera el caso- pero que hasta el momento no tienen ningún conflicto porque desde el primer minuto les quedó clara la naturaleza del accidente, así como las complicaciones de salud que derivaron del mismo. Así es, incluso la verdadera historia pudo haber sido mucho más amarillista para los profesionales de lo grotesco pero, al no tener ni idea del gremio, no sabían que había ocurrido y por eso les pasó de largo. Dicen conocer los planes futuros que PROMECOR tenía para el finado pero durante siete meses esta historia les pasó de largo. ¿En dónde están sus supuestos contactos? En su imaginación y nada más.

La relación entre PROMECOR, propietarios del inmueble en donde ocurrió el accidente, con los patriarcas de las familias Toral, Reza y Casas se mantiene vigente al día de hoy por razones que a los profesionales de la difamación les convendría averiguar pero que no lo harán porque son unos estafadores que desconocen el gremio y su rango de periodistas es una completa mentira. 

Esta historia se desarrolló durante siete meses y les pasó de largo. La misma derivó en una tragedia que sacó lo mejor del gremio, sus familias, y que también sacó a relucir a lo peor de la misma al tiempo que sirvió para desmontar a esa red de estafadores que administran páginas y canales de lucha libre al desnudarlos como los mitómanos carentes de contactos que realmente son.

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